Mi historia en este mundo de golpes acolchados comenzó hace ya más de 3 años, cuando mis amigos Raúl y Alex me hablaron sobre que un año antes habían ido a un salón del manga en Albacete, que faltaban apenas un par de meses para su próxima edición y me preguntaron si me apetecía ir. Todo emocionado me puse a investigar ese mismo día sobre que cosas se hacían allí y entre las muchas actividades una de las que más me llamó la atención fue el torneo de softcombat, así que para ir preparado me puse a investigar sobre el tema, me tallé un par de espadas de madera con la rama de una palmera (con un acabado bastante bueno para el poco tiempo que les dediqué, esas ramas son perfectas para hacer espadas) y me puse a practicar todos los fines de semana para no hacer el ridículo.
Llegó el día y allá fuimos. Y me metieron un palizón terrible. Me tocó en la primera ronda con un morlaco que me sacaba cabeza y media y cuyo ancho venía siendo el doble del mío. No solo eso, encima era jugador habitual y de los buenos (pues terminó ganando el torneo).
El caso es que aunque el torneo fue un desastre descubrí otro juego más que también me conquistó... el jugger. No entendí muy bien de que iba pues no pude mirar mucho pero vi a mis primeros cadeneros y me enamoré. Y supe que quería una. Y supe que tenía que ser como ellos.
Llegó el día y allá fuimos. Y me metieron un palizón terrible. Me tocó en la primera ronda con un morlaco que me sacaba cabeza y media y cuyo ancho venía siendo el doble del mío. No solo eso, encima era jugador habitual y de los buenos (pues terminó ganando el torneo).
El caso es que aunque el torneo fue un desastre descubrí otro juego más que también me conquistó... el jugger. No entendí muy bien de que iba pues no pude mirar mucho pero vi a mis primeros cadeneros y me enamoré. Y supe que quería una. Y supe que tenía que ser como ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario